No me preguntaste, ni tampoco me diste tiempo de procesarte. Y heme aquí, escribiéndote bajo un manto moral que fragmenta mis principios; esencialmente no eres tú, ni siquiera soy yo, no se puede controlar, y no lo digo por victimización, al contrario, me hago responsable por esos tantos besos que están pendientes.
Ya no me pienses, porque te juro que te siento, ya no abuses de tu presencia porque estimulas mi erotismo, ya no te aparezcas en mis sueños porque va a ser muy difícil soltarte.
Mi mente persigue lineamientos sociales que no siento míos, y pa’ reforzar mi rebeldía, prudentemente llegas y revelas y rebelas mi verdad, esa que tanto quiero ocultar, qué tanto cuido y reconstruyo todo el tiempo. Tocaste lo que pensé que tenía bajo tres candados (solo por poner un número).
No me preguntaste, ni tampoco me diste tiempo de procesarte. Te presentas salvajemente imponiendo conexión, bonito, con clase, con sensualidad. Para muchos puede dar terror la tormenta eléctrica, pero a mí no. No me asusta que tus demonios inquieten a los míos, yo los dejo danzar.
No me preguntaste, ni te pregunté.
Tu tacto me recordó mis ambiciones; qué quiero, qué persigo y quien soy.