La risa es lo que me ha mantenido con vitalidad. Por mucho que he caído, por mucho que me encanta tocar la melancolía, mi sentido del humor me ha levantado. Aprendí a burlarme de mí, a burlarme de mi neurosis. Esto me salvó muchísimo del famoso bullying, que de hecho me convirtió en buleador, pero con eso mantenía una reputación, una barrera de protección a mi hipersensibilidad.
Se me pasó la manita y no dimensioné que al burlarme estaba teniendo una muy mala comunicación conmigo. Me tomé tan enserió ser mi propio arlequín que caí en una cárcel con payasadas que eran más ciertas de lo que creí.
A conciencia me encanta seguir con este sentido del humor, pero ya no me la voy a creer tanto. Los comediantes, son las personas más neuróticas que conozco. Y de igual manera observo como tienen que sacar el chiste de una desgracia total porque si no uno se mata.
¿Por qué argumento esto? Porque en esta última semana, he hecho tantas cosas que quisiera ponerles pausa porque es demasiado. Creo que es parte de madurar o de evolucionar. Hay que hacer hasta lo que uno no pensó para analizar para dónde vas, hacer duelos y catarsis, soltar esas maletas que son innecesarias para el vuelo.
Con este vacío en el estómago, en el pecho, voy tejiendo el nido que necesito, ese nido que me va acoger durante mis planeos. Quiero volar alto y eso tiene un precio, soltar emociones rancias y hacer su correspondiente novenario requiere de fortaleza, de valentía.
Te quiero ofrecer lo mejor de mí.
Es mi deseo y voluntad enamorarte.
LAS FALSAS HUELLAS 